La espera, Madrid, Hiperión, 1992 (PREMIO HIPERIÓN).

EMBLEMA

Imaginad un cuadro.
Figuraos que ahora,
con mano lenta y con pincel tirante,
puso en él una nube y un jardín,
un encañado, un sol, una ventana
y unos lejos brumosos mal cubiertos
por un escorzo, de mujer sin duda.
Admitiréis que un lecho renegrido
parece necesario,
que la mujer está mirando el tiempo,
que alguien que no se ve la está mirando,
que encima de una mesa convalecen
unas prendas recién aborrecidas.
Tras el cristal, la rosa se contiene.

El hombre que no veis suda y descansa.
No hace mucho tenía
el cuerpo sobre el lecho,
la mano en la mujer, la boca en vilo
y envilecida al cabo de las horas.
Dejó en la mesa la razón y expuso
los trajinados hombros al esfuerzo,
sin más paisaje que la compañía.
Ahora descansa y suda,
tiene la mano en la pared y mira
con familiaridad la ociosa espalda,
el lecho, la ventana, el sol, el tiempo,
la nube, el encañado... Ahora, siente
que en jardín la rosa se confía.


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