Jordi de Sant Jordi, Poesía, traducción y prólogo de José María Micó, Barcelona, DVD Ediciones / Editorial Barcino, 2009.
Sin amigos, sin bienes, sin señor,
en extraño lugar y extraña tierra,
lejos de todo bien, hastiado y triste,
cautivos voluntad y pensamiento,
me encuentro sometido a un mal poder,
no veo a nadie que de mí se cuide,
y, vigilado, encadenado y preso,
a mi aciaga ventura lo agradezco.
Hubo un tiempo en que nada me placía;
ahora me alegro de lo que me aflige,
y ahora creo los hierros más ligeros
que en el pasado las bordadas telas.
La Fortuna ha logrado su capricho
queriendo que a este punto haya llegado;
mas no importa: he cumplido mi deber
con los valientes que aquí están conmigo.
Pues me conforta el hecho de estar preso
por servir cuanto pude a mi señor,
superado en las armas y en poder,
y no por mengua de caballería.
Y me conforta el ver que no consigo
nada sin gran fatiga, pero en cambio
me muero de tristeza cuando veo
que el mundo en lo contrario se contenta.
Soportar estos males no es difícil
al lado de otro que me turba el pecho
y que me hace ir perdiendo la esperanza:
el ver que no nos llega avance alguno
que lleve a conseguir nuestro rescate,
y más al ver lo que nos pide Sforza,
que a razón no se aviene: a causa de esto,
mi valor y mi fuerza desfallecen.
Porque ahora no sé ni veo nada
que me dé ni una pizca de su ayuda,
sino tan sólo Dios, en quien me afirmo,
en quien confío y que me reconforta;
por otro lado, el generoso rey
que con gran gentileza dio su ayuda
a quien en este mal nos ha metido:
él me liberará, pues yo le sirvo.
Rey virtuoso, y natural señor,
todos aquí y ahora os suplicamos
que recordéis que vuestra real sangre
jamás falló a ninguno de los suyos.